Los acantilados son uno de los grandes protagonistas de la costa de la Mancomunidad Saja Nansa. Su gran variedad , junto con los singulares paisajes en los que se enmarcan, los convierten, quizá, en uno de los escenarios más idílicos del litoral.
Las características geológicas de este litoral han favorecido la formación de singulares e impactantes acantilados, de dimensiones y características muy diferentes, con alturas que oscilan entre los 10 y los 50 metros, e importantes desniveles sobre los que rompe el fuerte oleaje del Cantábrico.
A lo largo de la costa de nuestra Comarca, se pueden reconocer tres zonas de acantilados situadas entre las tinas y el estuario de San Vicente de la Barquera.
La primera de ellas se extiende entre Tina Mayor y la Punta del Fraile (frente a Santillán, aproximadamente), se trata de una zona de costa muy recortada donde las zonas acantiladas se intercalan con pequeñas calas y ensenadas como la Playa de Amió, la Ensenada de la Mina, la Playa de Berellín o la Ensenada de Fuentes. Aquí encontramos acantilados de entre 25 y 50 metros de altura, con zonas muy verticales intercaladas con otras de pendientes más suaves. Son acantilados formados sobre calizas carboníferas por lo que presentan una escasa vegetación, la cual aparece únicamente en las culminaciones del acantilado presentando un singular contraste entre el color grisáceo de la roca, el mar y el verde.
La segunda zona acantilada es la que se extiende desde la Punta del Fraile hasta la Punta de la Silla, en esta zona el acantilado es mucho menos abrupto, con desniveles más suaves, adentrándose la roca suavemente en el mar, originando con ello un singular paisaje. Una vez más la roca caliza es la protagonista de este paisaje, la cual se deja ver, no solo a lo largo de toda la línea de contacto entre la costa y el mar ,sino también en la parte alta del acantilado.
La tercera y última zona se sitúa entorno al Cabo de Oyambre, aquí el paisaje que podemos ver es bastante diferente ya que en vez de roca caliza encontramos materiales mucho más blandos y erosionables. Aparecen acantilados muy recortados, de poca altitud y de pendientes variadas llegando a tener en muchas zonas planos verticales.
Pero el acantilado no es sólo roca y agua, sino que es un espacio de incalculable valor ecológico, ya que en ellos existen unas especies que en otro lugar no podrían existir. La fuerte dinámica costera, provoca que haya una clara zonificación biótica desde el nivel del mar hasta la tierra firme. En la primera, donde la vida es más dura aparecen líquenes, algunos anélidos, moluscos gasterópodos, entre los que sobresale el caracolillo de mar -Littorina littorea- como especie más representativa, diminutos moluscos bivalvos y artrópodos como la Cochinilla marina -Ligia pygmaea-.En estas zonas es común encontrar huecos o concavidades que funcionan como charcas en las que la salinidad y la temperatura son muy cambiantes a lo largo del año, por lo que las especies que los colonizan tienen órganos desarrollados para conseguir vivir aquí. Son las algas de los géneros Ulva, Enteromorpha y Cladophora las que consiguen adaptarse mejor y son las primeras que colonizan nuevos espacios.
Unos metros más arriba, donde el efecto del mar es menor, aparecen otras plantas como el hinojo marino -Chritmum maritimum- o el clavel de mar -Armeria maritima-, con unas estrategias de vida y de colonización adaptada a los fuertes vientos. Más arriba, cuando la topografía lo permite, comienzan a crecer las herbáceas, formando un tupido césped con matorral, una flora adaptada a la sal que trae consigo el viento en las invisibles partículas de agua. El bosque costero consiste en bosquetes de encinas en la costa de Pechón, mientras que en el Parque Natural de Oyambre es imposible encontrarlo, y no es debido a las condiciones naturales, sino al intenso aprovechamiento al que ha sido sometido por las sociedades humanas.
Entre la fauna, las especies más representativas y que mayor atracción pueden suscitar son las aves. Los acantilados son zonas privilegiadas para observar diferentes facetas de su vida, como el paso de las aves migratorias en búsqueda de alimento o la cría de las rapaces. Entre las aves marinas nos encontramos con diferentes especies de pardelas, entre ellas la pardela capirotada y la sombría -Paffinus gravis y Paffinus grisens-, grandes aves migratorias que proceden desde América del Sur o Australia, que suelen volar y pescar al límite de la visibilidad de la costa. Durante la primera quincena de Septiembre, aparece una de las aves más llamativas de esta costa, el alcatraz -Sula bassana-, también conocidas en esta zona como cofres, por su forma de pescar, zambulléndose a gran velocidad sobre el mar. Al menos unos 150.000 individuos pasan por esta costa.
Algunas de las aves viven constantemente en los acantilados, como el colirrojo tizón -Phoenicurus ochruros- y el avión roquero -Hirundo rupestris-. Entre las rapaces nos encontramos especies que vienen a esta zona a descansar y criar como el halcón peregrino -Falco peregrinus- o el cernícalo -Falco tinnunculus-. También crían otras especies como las gaviotas patiamarillas -Larus cachinnans- y los cormoranes moñudos -Phalacrocorax aristotelis-
En definitiva, se trata de un espacio biológicamente muy rico que, junto con sus formaciones geomorfológicas, generan un espacio de alto valor natural y ecológico a la vez que frágil, debido a la intensiva ocupación humana.